martes, marzo 13, 2007

Carta dirigida a Carlos Tello, escritor del libro 2 de Julio

Por: Carlos Alazraki

Estimado Carlos:
... Yo también le voy hacer publicidad a tu libro...
Faltaba más...
¿A poco creías que nada más se la ibas a dejar a los simpatizantes de López Obrador?
Como sabes, en estas elecciones, estuve metido “hasta las manitas”.
Le hice la publicidad a Roberto Madrazo a partir del 12 de mayo, y estuve muy cerca de él, ese famoso 2 de julio.
Admito que la crónica hora por hora de tu libro, es bastante acertada.
Lo que describes que pasó en el cuartel general del PRI, es 100% correcta...
Probablemente lo que te faltó comentar en tu libro, fue que Roberto además de perder por las broncas con Elba Esther, la bronca del gobernador Marín y el pleito con Montiel, y la falta de apoyo de algunos gobernadores, fue que muchos comentaristas de diversos medios indujeron al electorado un mes antes de la elección, que la batalla electoral era de nada más de 2...
López Obrador y Felipe Calderón...
Que Roberto ya no era una opción.
Y ese fue el gran factor por el que ganó Felipe Calderón.
La elección se convirtió en un referéndum en contra de López Obrador...
De eso se trató el 2 de julio...
Del sí o no a López.
Pensé mucho en escribir esta carta porque ya pasaron 8 meses.
Pero dadas las circunstancias que se han presentado por tu libro, decidí escribirla.
Te comentaré que a principios de este año, desayuné con dos perredistas muy cercanos a López Obrador.
Por respeto a ellos y su futura carrera política no diré quienes fueron.
Al igual que tú, yo también me reservo el derecho de decir quienes fueron.
Ellos dos, me admitieron abiertamente que sí habían perdido la elección voto por voto.
Admitieron frente a mí que perdieron por la soberbia de López Obrador que dejó de escuchar a sus colaboradores más cercanos un mes antes.
Y que perdieron por culpa de la maquinaria de Fox y por la campaña asesina de la iniciativa privada en su contra.
Aceptando que sus redes ciudadanas tampoco funcionaron en algunos estados.
Estuve de acuerdo con ellos dos.

Esa fue la razón de la derrota de López Obrador.
Errores en el último mes de campaña.
Pero mi carta no es para explicar el porqué de la derrota de López.
Mi carta es también para protestar y solidarizarme contigo por los ataques que tuviste en la presentación de tu libro.
Por los ataques que has tenido por parte de los periodistas voceros del PRD.
Por los ataques de los simpatizantes de López Obrador que como gandallas irrumpen un evento privado con el único objeto de reventarlo.
Por los ataques y amenazas que otros periodistas han recibido de estos gandules por el simple hecho de no estar de acuerdo con ellos.
Sabes Carlos, estos grupos que protestan con el fin de protestar por protestar, son los mismos que se rasgaban las vestiduras antes porque los medios no les daban juego.
Ahora que la democracia está instaurada y los medios tienen toda la apertura, este mismo grupo se convierte en el grupo censor por el simple hecho de no coincidir con ellos.
Yo me sumo a los periodistas que opinan que si López Obrador hubiese ganado, hubiéramos regresado al control de los medios.
Lo demostraron muchas veces.
Cuando las encuestas de los medios les favorecían, eran unos grandes medios.
Cuando las encuestas no les favorecían, eran unos pinches medios...
Siempre han sido un pequeño grupo de intolerantes que no pueden convivir con gente que no opine igual que ellos.
Simplemente estás con ellos, o estás en su contra...
Así son, y así serán.
Y luego se preguntan porque el 68 por ciento del electorado no los quiere...
Yo te felicito por haber escrito el libro.
Creo que es una reseña muy importante de ese día.
No me queda la más mínima duda que tu libro será un referente para la historia de esta elección.
Y en relación que si López Obrador admitió su derrota o no...
Hoy ya no tiene la menor importancia...
Muchos perredistas ya la aceptaron.

carlos@alazraki.com.mx

jueves, marzo 08, 2007

2 de julio, la historia sin mitos / Raúl Trejo Delarbre

La confusión y el embuste se encuentran en las antípodas de la deliberación racional. La antidemocracia se nutre de mitos. Su contraparte, se asienta en los hechos. La contribución principal de Carlos Tello Díaz al esclarecimiento de las recientes elecciones no consiste en recordarnos que Andrés Manuel López Obrador es un mentiroso. Eso ya lo sabíamos. El mérito notable en 2 de julio, un libro que ha sido menos leído que discutido, se encuentra en la reconstrucción de ese día y, especialmente, de los datos acerca de la votación que iban ofreciendo las encuestas a la salida de las casillas y más tarde los conteos rápidos.
Más que revelaciones, el libro de Tello Díaz ofrece documentadas constataciones. Ya se conocía que durante todo ese domingo las casas encuestadoras registraron los vaivenes de una elección en donde los dos principales candidatos a la presidencia se alternaban en la delantera. Ya se sabía que, conforme fueron cerrando, de las casillas de votación llegaron datos que confirmaban lo muy disputada que estuvo la elección.
La contribución de ese libro al conocimiento de tales hechos radica en presentar, hora tras hora y aderezada con una sabrosa crónica de sus personajes principales y sus circunstancias, las cifras que surgían en el transcurso de la jornada electoral. Y de manera específica el dato político e informativo, pero también histórico y moral, es la comprobación de que el candidato presidencial de la Coalición Por el Bien de Todos supo, desde la noche del 2 de julio, que no había ganado la elección.
El episodio de ese libro que más ha sido comentado muestra a López Obrador haciendo, en privado, un reconocimiento abierto a la derrota que acababa de sufrir. La ausencia de fuentes expresas para documentar ese momento ha sido tomada como debilidad en la investigación de Tello Díaz. Sin embargo 2 de julio es mucho más que ese incidente, de la misma manera que la elección presidencial tuvo una complejidad que supera, con mucho, los arrebatos y las falsedades del candidato de la Coalición.
La ventaja que acarreaba desde más de un año antes de la elección, la debilidad inicial del candidato presidencial del PAN y la actitud de no pocos medios de comunicación en donde ya fuese para encomiarlo o para denostarlo se le trataba como seguro ganador, contribuyeron a crear una falsa pero extendida percepción acerca de las posibilidades de triunfo de López Obrador. Tanto en segmentos importantes de la sociedad mexicana como en la clase política y mediática, durante la primera mitad de 2006 se fue extendiendo la certeza de que el vencedor sería el candidato del PRD.
Para algunos, partidarios de López Obrador, aquella era una ilusión que tenía algo de voluntarismo pero que se afianzaba en datos como los que ofrecían las encuestas durante los primeros meses del año. Para otros, simplemente se trataba de una lectura resignada pero desactualizada. Ni unos, ni otros, estuvieron suficientemente dispuestos a entender las variaciones en las preferencias políticas de los ciudadanos.
Hasta el mes de marzo López Obrador mantenía varios puntos de ventaja. Pero en abril todas las encuestas conocidas registraron un avance importante en las preferencias de voto por Felipe Calderón. Eso podía advertirlo cualquier lector de periódicos. Al hacer un promedio de los datos de cinco encuestas (Consulta, GEA-ISA, El Universal, Reforma y Parametría) en marzo se podía observar que la intención de voto por López Obrador era de 39 puntos y por Calderón de 31.8. Pero al siguiente mes esa situación cambió: el candidato de la Coalición tenía 34.2% y el panista 36.6% de las intenciones de voto y descontando a los ciudadanos todavía indecisos. Calderón siguió adelante todo mayo y en junio los dos candidatos iban empatados.
Al terminar junio cuatro de dichas encuestas, consultadas por el autor de esta columna, indicaban que la intención de voto le favorecía a López Obrador por diferencias que en la mayor parte de los casos eran inferiores al margen de error. En otra más se advertía una ventaja, pero también pequeña, del candidato del PAN. En otras palabras, estábamos ante un empate. Quienquiera que ganase las elecciones lo haría por una diferencia de votos muy pequeña.
Para entonces López Obrador en público despotricaba contra las encuestas pero, en privado, se enteraba de ellas. La que encargaba a la firma Covarrubias a comienzos de mayo le informó —según sabemos ahora gracias al libro de Tello Díaz— que, sin reasignar indecisos, él tenía 29% de preferencias de voto frente a 34% de Calderón. Y aunque un día sí y otro también mandaba al diablo a las encuestas, sabía que la competencia estaba muy cerrada.
El 2 de julio la misma casa encuestadora le informó a López Obrador que, a las 11 de la noche, su conteo rápido —realizado con datos ya computados en casillas electorales— revelaba que iban empatados con 36% cada uno. Y una hora más tarde, en ese conteo, el candidato del PAN tenía una delantera de un punto.
A pesar de esos datos López Obrador proclamó que él había ganado la elección. Lo de menos es si admitió o no delante de sus allegados que en realidad había perdido. El libro de Tello Díaz demuestra que ese candidato dispuso de información oportuna y suficiente que le permitió saber que, en una elección muy reñida, él quedaba en segundo sitio. Además de encuestas como la de Covarrubias, López Obrador se enteró de la información que surgía del centro de cómputo que había instalado Televisa porque durante la tarde había enviado allí a uno de sus hijos.
Los datos de la elección no sustentaban la rabieta de López Obrador y mucho menos la mascarada que protagonizó en los siguientes meses. Muchos ciudadanos quisieron creerle y lo acompañaron por un trecho en esa ruta de colisión consigo mismo y con los principios democráticos más elementales. Pero también resulta sorprendente el encandilamiento de no pocos funcionarios, dirigentes y analistas que durante varios meses, antes de las elecciones, estuvieron inamoviblemente convencidos de que éste sería el vencedor aunque las encuestas mostraban que la elección estaría muy competida.
Peor aún fue la postura de quienes, después del 2 de julio, apostaron a la anulación de las elecciones con el propósito de que se formara un gobierno interino. Cuando después de las elecciones leímos acerca de esa posibilidad creímos que se trataba de un desvarío sensacionalista en algunas columnas de infidencias políticas. Ahora que el libro de Tello Díaz ofrece nombres y presuntos beneficiarios de aquella maniobra, que no ha sido desmentida y en la que habrían participado algunos importantísimos funcionarios universitarios, tenemos que reconocer que la ofuscación y la inescrupulosidad en la vida pública mexicana se han extendido mucho más de lo que hubiéramos pensado. El libro de Carlos Tello Díaz ayuda a despejar mitos y brumas que han dificultado la evaluación del 2 de julio pero también revela improvisaciones y pobrezas de nuestras elites políticas.

ALACENA: Despenalización a medias
La despenalización de los delitos de prensa —calumnias, injurias, difamación— para que su sanción sea exclusivamente pecuniaria es buena noticia. Lamentablemente a los senadores —y antes a los diputados, que el año pasado aprobaron esa reforma al Código Penal— se les olvidó que en la Ley de Imprenta se mantienen condenas de prisión para los periodistas que incurran en “ataques a la vida privada” —cárcel de 8 días a 6 meses—, injurias “que causen afrenta ante la opinión pública” –6 meses a 2 años– y “ataques a la moral” –arresto de hasta 11 meses–. El próximo 9 de abril la Ley de Imprenta cumplirá 90 años.

trejoraul@gmail.com
Blog:http://sociedad.wordpress.com

lunes, marzo 05, 2007

'2 de julio'

Jesús Silva-Herzog Márquez

Winston Churchill tituló el cuarto de sus seis gruesos volúmenes sobre la Segunda Guerra Mundial "La encrucijada del destino". Se refería al año de 1940, el momento en que más cerca estuvo Hitler de obtener la victoria. John Lukacs, quien ha dedicado buena parte de su vida a estudiar la guerra, se ha concentrado precisamente en esos meses. Para entender lo que estaba en juego y apreciar el peso del liderazgo se ha empeñado en capturar los instantes más dramáticos de ese tiempo. Por eso ha puesto los meses del 40 bajo el microscopio, resaltando sus momentos cruciales. En una semana puede verse el denso enjambre de un drama secular. A través de la concentración del historiador en un lapso corto, se iluminan los peligros y las oportunidades del presente, el peso de las decisiones y el impacto del azar. La memoria de los siglos tiende a borrar al hombre. Las coyunturas críticas, por el contrario, colocan una lupa sobre la acción: el camino se ilumina abierto a la decisión humana. La historia deja de ser el cuento de lo que tenía que haber sucedido para convertirse en una tensa narración de peligros y osadías. La historia que suele crecer con la lentitud del pasto a veces empaqueta en pocas horas hechos cargados de consecuencia.

Un ejemplo admirable de este trabajo de microhistoria -no por la pequeñez de la población estudiada, sino por la brevedad del tiempo en examen- es el nuevo libro de Carlos Tello Díaz, 2 de julio, publicado por Planeta. El primer domingo de julio del 2006 marca el origen de la más grave crisis política que haya vivido México en su historia reciente. La narración comienza a las ocho de la mañana, cuando el candidato Andrés Manuel López Obrador sale de su casa en Copilco para votar y termina a las tres de la mañana del día siguiente al regresar Felipe Calderón, como candidato triunfante, a su casa. La crónica hila lo anecdótico con lo crítico. Tras una cuidadosa investigación hemerográfica y una extensa lista de entrevistas, Carlos Tello restaura la memoria de un día.

El reportaje se sumerge en la fecha pero no se estanca en ella. Con notable talento narrativo parte del domingo para reconstruir los datos esenciales de una campaña corrosiva. Y de ahí mismo sale para adelantarse a la crisis postelectoral. Así podemos recordar el clima de la opinión que rodeaba la jornada electoral. Prácticamente todos los políticos, observadores independientes, ciudadanos y encuestadores, anticipaban una victoria de López Obrador. Vaticinada con tantos meses de antelación, parecía un hecho inevitable, a pesar de que los sondeos retrataban una competencia cerrada. Podemos remembrar también el triunfalismo del campo lopezobradorista. La cúpula del PRD vivió el día preparando una fiesta. Carlos Tello no encuentra rasgo alguno que muestre señales de una trampa. Sin embargo, exhibe los errores y las imprevisiones de un árbitro que no anticipó, como era su deber elemental, el escenario más complejo que podía presentársele. El confuso discurso del presidente del órgano electoral, lejos de aclarar el panorama, resultó un manjar para mitógrafos y conspiratistas que proliferaron tras la elección. La sorpresa de julio exhibió los descuidos de unos y las deslealtades de otros. La crisis del 2006 nació de la negligencia y la soberbia.

A los pescadores de escándalo, debo decir que el libro de Carlos Tello Díaz no es particularmente revelador. Es cierto que hay un par de episodios que no eran del conocimiento público y que han generado, más que una controversia, una embestida contra el autor. Pero, a pesar de lo que sugiere el murmullo mediático, el ingrediente básico de este relato no son las revelaciones, sino la evocación de una memoria pública y fresca que se empolvó rápidamente con ficciones. La polémica periodística que ha suscitado la crónica se ha centrado en el develamiento de secretos y la divulgación de infidencias. El núcleo del relato, sin embargo, es otro: la reconstrucción puntual de recuerdos comunes. Carlos Tello nos hace revivir lo que vivimos durante la jornada electoral. Su libro descubre muy poco, por ejemplo, al recordar el contraste de los cuarteles partidistas. Todos tenemos viva la imagen: mientras los panistas celebraban con espontaneidad, los perredistas, conmocionados con la sorpresa, tenían cara de sepelio mientras simulaban un festejo. 2 de julio cuenta pocas historias que no conociéramos, pero nos ayuda a recordar lo que demasiado pronto quisimos olvidar.

Ahí encuentro la enorme aportación de esta crónica. Quienes denunciaron un fraude descomunal construyeron una fábula instantánea alrededor del 2 de julio. Con una habilidad perversa, el caudillo derrotado supo aprovechar los tropiezos de la autoridad electoral y la hondura de nuestras desconfianzas para ingeniar la patraña de una estafa tan monumental como indemostrable. Cada uno de los alegatos resultó ser humo. Las distintas pruebas que ofrecieron se refutaban unas a otras: los votos faltantes no faltaban; el algoritmo maligno era una farsa ridícula, el fraude cibernético fue una ocurrencia; la trampa "a la antigüita" era igualmente insostenible. Como sea, el hecho es que la fecha quedó impregnada de rumores, habladurías y cuentos. Lo más grave es que los aliados de López Obrador, sus asesores y voceros, los miembros de su partido, se hicieron cómplices de una aventura demencial que sabían infundada. Nadie dentro del núcleo se atrevió a decir que el caudillo iba desnudo. Al reconstruir nuestra historia reciente, Carlos Tello Díaz exhibe esa deshonestidad. Por eso recibe hoy una ráfaga de descalificaciones interesadas. Su libro sobrevivirá las invectivas. Será, sin duda, una pieza clave para entender el 2006.

El Che Guevara, LA MÁQUINA DE MATAR



LETRAS LIBRES / Fabricio Vanden Broeck

FEBRERO DE 2007



LA MÁQUINA DE MATAR.
El Che Guevara, de agitador comunista a marca capitalista

por Álvaro Vargas Llosa

La imagen del Che representa una notable paradoja: la rebeldía ante el mercado desde el
mercado. Frente a esta estrafalaria construcción, Álvaro Vargas Llosa contrapone la historia real
del guerrillero, sus métodos brutales y su defensa de la violencia como motor del cambio
revolucionario.
El Che Guevara, quien hizo tanto (¿o tan poco?) por destruir al capitalismo, es en la actualidad
la quintaesencia de una marca capitalista. Su semblante adorna tazas de café, sudaderas,
encendedores, llaveros, billeteras, gorras de beisbol, tocados, emblemas de rockeros, truzas,
camisetas deportivas, carteras finas, jeans deshilachados, té de hierbas, y por supuesto esas
omnipresentes playeras con la fotografía, tomada por Alberto Korda, del galán socialista
luciendo su boina durante los primeros años de la revolución, en el instante en que el Che de
casualidad se introdujo en el visor del fotógrafo –y en la imagen que, treinta y ocho años
después de su muerte, constituye aún el logotipo del revolucionario (¿o del capitalista?) “chic”.
Sean O’Hagan sostuvo en The Observer que existe incluso un jabón en polvo con el eslogan “El
Che lava más blanco”.
Los productos del Che son comercializados por grandes corporaciones y por pequeñas empresas,
tales como la Burlington Coat Factory, la cual difundió un comercial televisivo presentando
a un joven en pantalones elásticos luciendo una playera del Che, o la Flamingo’s Boutique en
Union City, Nueva Jersey, cuyo propietario respondió a la furia de los exiliados cubanos locales
con este argumento devastador: “Yo vendo lo que la gente desea comprar.” Los revolucionarios
también se unieron a este frenesí de productos –desde “The Che Store”, que vende provisiones,
hasta el sitio que atiende “todas sus necesidades revolucionarias” en Internet, y el escritor
italiano Gianni Minà, quien le vendió a Robert Redford los derechos cinematográficos del diario
del Che sobre su juvenil viaje alrededor de América del Sur en el año 1952 a cambio de poder
acceder al rodaje del film Diarios de motocicleta y de que Minà pudiera producir su propio
documental. Para no mencionar a Alberto Granado, quien acompañó al Che en su viaje de
juventud y ahora asesora documentalistas, y que se quejaba hace poco en Madrid, según el
diario El País, ante un Rioja y un magret de pato, de que el embargo estadounidense contra
Cuba le dificulta el cobro de las regalías. Para llevar la ironía más lejos: el edificio en el cual
nació Guevara en la ciudad de Rosario, Argentina, un espléndido inmueble de comienzos del
siglo XX sito en la esquina de las calles Urquiza y Entre Ríos, se encontraba hasta hace poco
ocupado por la administradora de fondos de jubilaciones y pensiones privada Máxima afjp, una
hija de la privatización de la seguridad social argentina en la década de 1990.
La metamorfosis del Che Guevara en una marca capitalista no es nueva, pero la marca viene
experimentando un renacimiento –un renacimiento especialmente destacable, dado que el
mismo tiene lugar años después del colapso político e ideológico de todo lo que Guevara
representaba. Esta suerte inesperada se debe sustancialmente a Diarios de motocicleta, la
película producida por Robert Redford y dirigida por Walter Salles. (Es una de las tres películas
más importantes sobre el Che ya realizadas o actualmente en rodaje en los últimos dos años;
las otras dos han sido dirigidas por Josh Evans y Steven Soderbergh.) Hermosamente rodada
en paisajes que claramente han eludido los efectos erosivos de la polución capitalista, el film
exhibe al joven en un viaje de autodescubrimiento a medida que su conciencia social en ciernes
tropieza con la explotación social y económica, lo que va preparando el terreno para la
reinvención del hombre a quien Sartre llamara alguna vez el ser humano más completo de
nuestra era.
Pero para ser más preciso, el actual renacimiento del Che se inició en 1997, en el trigésimo
aniversario de su muerte, cuando cinco biografías abrumaron las librerías y sus restos fueron
descubiertos cerca de una pista de aterrizaje en el aeropuerto de Vallegrande, en Bolivia,
después de que un general boliviano retirado, en una revelación espectacularmente oportuna,
indicara la ubicación exacta. El aniversario volvió a centrar la atención en la famosa fotografía
de Freddy Alborta del cadáver del Che tendido sobre una mesa, escorzado, muerto y romántico,
luciendo como Cristo en un cuadro de Mantegna.
Es usual que los seguidores de un culto no conozcan la verdadera historia de su héroe. (Muchos
rastafaris renunciarían a Haile Selassie si tuvieran alguna idea de quien fue en realidad.) No
sorprende que los seguidores contemporáneos de Guevara, sus nuevos admiradores postcomunistas,
también se engañen a sí mismos al aferrarse a un mito –excepto los jóvenes argentinos
que corean una expresión de rima perfecta: “Tengo una remera [una playera] del Che y no sé
por qué.”
Considérese a algunos de los individuos que recientemente han blandido o invocado el retrato
de Guevara como un emblema de justicia y rebelión contra el abuso de poder. En el Líbano, unos
manifestantes que protestaban en contra de Siria ante la tumba del ex primer ministro Rafiq
Hariri portaban la imagen del Che. Thierry Henry, un jugador de futbol francés que juega para
el Arsenal, en Inglaterra, se apareció en una importante velada de gala organizada por la FIFA,
el organismo del futbol mundial, vistiendo una playera roja y negra del Che. En una reciente
reseña publicada en The New York Times sobre Land of the Dead de George A. Romero, Manohla
Dargis destacaba que “el mayor impacto aquí puede ser el de la transformación de un zombi
negro en un virtuoso líder revolucionario”, y agregó: “Creo que el Che en verdad vive, después
de todo.”
El héroe del futbol Maradona ostentó el emblemático tatuaje del Che en su brazo derecho
durante un viaje en el que se reunió con Hugo Chávez en Venezuela. En Stavropol, al sur de
Rusia, unos manifestantes que reclamaban los pagos en efectivo de los beneficios del bienestar
social tomaron la plaza central con banderas del Che. En San Francisco, City Lights Books, el
legendario hogar de la literatura beat, invita a los visitantes a una sección dedicada a América
Latina en la cual la mitad de los estantes se encuentra ocupada por libros del Che. José Luis
Montoya, un oficial de policía mexicano que combate el crimen relacionado con las drogas en
Mexicali, luce una cinta del Che alrededor de la cabeza porque ella lo hace sentirse más fuerte.
En el campo de refugiados de Dheisheh, en la margen occidental del río Jordán, los carteles del
Che adornan un muro que le rinde tributo a la Intifada. Una revista dominical dedicada a la vida
social en Sydney enumera a los tres invitados ideales en una cena: Alvar Aalto, Richard Branson
y el Che Guevara. Leung Kwok-hung, el rebelde elegido a la junta legislativa de Hong Kong,
desafía a Pekín al vestir una playera del Che. En Brasil, Frei Betto, consejero del presidente Lula
da Silva y encargado del programa de alto perfil “Hambre Cero”, afirma que “deberíamos
prestarle menos atención a Trotsky y mucha más al Che Guevara”. Y lo más estupendo de todo:
en la ceremonia de este año de los Óscares, Carlos Santana y Antonio Banderas interpretaron
la canción principal de la película Diarios de motocicleta: Santana se presentó luciendo una
camiseta del Che y un crucifijo. Las manifestaciones del nuevo culto del Che están por todas
partes. Una vez más el mito está apasionando a individuos cuyas causas, en su mayor parte,
representan exactamente lo opuesto de lo que era Guevara.
Ningún hombre carece de algunas cualidades atenuantes. En el caso del Che Guevara, esas
cualidades pueden ayudarnos a medir el abismo que separa la realidad del mito. Su honestidad
(quiero decir: honestidad parcial) significa que dejó testimonio escrito de sus crueldades,
incluido lo muy malo, aunque no lo peor. Su coraje –que Castro describió como “su manera, en
los momentos difíciles y peligrosos, de hacer las cosas más difíciles y peligrosas”– significa que
no vivió para asumir la plena responsabilidad por el infierno de Cuba. El mito puede decir tanto
acerca de una época como la verdad. Y es así como, gracias a los propios testimonios que el
Che brinda de sus pensamientos y de sus actos, y gracias también a su prematura desaparición,
podemos saber exactamente cuán engañados están muchos de nuestros contemporáneos
respecto de muchas cosas.
Guevara puede haberse enamorado de su propia muerte, pero estaba mucho más enamorado
de la muerte ajena. En abril de 1967, hablando por experiencia, resumió su idea homicida de la
justicia en su “Mensaje a la Tricontinental”: “El odio como factor de lucha; el odio intransigente
al enemigo, que impulsa más allá de las limitaciones del ser humano y lo convierte en una
efectiva, violenta, selectiva y fría máquina de matar.” Sus primeros escritos se encuentran
también sazonados con esta violencia retórica e ideológica. A pesar de que su ex novia Chichina
Ferreyra duda de que la versión original de los diarios de su viaje en motocicleta contenga la
observación de “siento que mis orificios nasales se dilatan al saborear el amargo olor de la
pólvora y de la sangre del enemigo”, Guevara compartió con Granado en esa temprana edad
esta exclamación: “¿Revolución sin disparar un tiro? Estás loco.” En otras ocasiones, el joven
bohemio parecía incapaz de distinguir entre la frivolidad de la muerte como un espectáculo y la
tragedia de las víctimas de una revolución. En una carta a su madre en 1954, escrita en
Guatemala, donde fue testigo del derrocamiento del gobierno revolucionario de Jacobo Arbenz,
escribió: “Aquí estuvo muy divertido con tiros, bombardeos, discursos y otros matices que
cortaron la monotonía en que vivía.”
La disposición de Guevara cuando viajaba con Castro desde México a Cuba a bordo del Granma
es capturada en una frase de una carta a su esposa que redactó el 28 de enero de 1957, no
mucho después de desembarcar, publicada en su libro Ernesto: Una biografía del Che Guevara
en Sierra Maestra: “Estoy en la manigua cubana, vivo y sediento de sangre.” Esta mentalidad
había sido reforzada por su convicción de que Arbenz había perdido el poder debido a que había
fallado en ejecutar a sus potenciales enemigos. En una carta anterior a su ex novia Tita Infante,
había observado que “Si se hubieran producido esos fusilamientos, el gobierno hubiera conservado
la posibilidad de devolver los golpes”. No sorprende que durante la lucha armada contra
Batista, y luego tras el ingreso triunfal en La Habana, Guevara asesinara o supervisara las
ejecuciones en juicios sumarios de muchísimas personas –enemigos probados, meros
sospechados y aquellos que se encontraban en el lugar equivocado en el momento equivocado.
En enero de 1957, tal como lo indica su diario desde la Sierra Maestra, Guevara le disparó a
Eutimio Guerra porque sospechaba que aquel se encontraba pasando información: “Acabé con
el problema dándole un tiro con una pistola del calibre 32 en la sien derecha, con orificio de
salida en el temporal derecho... sus pertenencias pasaron a mi poder.” Más tarde mató a tiros
a Aristidio, un campesino que expresó el deseo de irse cuando los rebeldes siguieran su camino.
Mientras se preguntaba si esta victima en particular “era en verdad lo suficientemente culpable
como para merecer la muerte”, no vaciló en ordenar la muerte de Echevarría, el hermano de
uno de sus camaradas, en razón de crímenes no especificados: “Tenía que pagar el precio.” En
otros momentos simularía ejecuciones sin llevarlas a cabo, como un método de tortura psicológica.
Luis Guardia y Pedro Corzo, dos investigadores que se encuentran trabajando en Florida en un
documental sobre Guevara, han obtenido el testimonio de Jaime Costa Vázquez, un ex
comandante del ejército revolucionario conocido como “el Catalán”, quien sostiene que muchas
de las ejecuciones atribuidas a Ramiro Valdés (futuro ministro del interior de Cuba) fueron
responsabilidad directa de Guevara, debido a que Valdés se encontraba bajo sus órdenes en las
montañas. “Ante la duda, mátalo” fueron las instrucciones del Che. En vísperas de la victoria,
según Costa, el Che ordenó la ejecución de un par de docenas de personas en Santa Clara, en
Cuba central, hacia donde había marchado su columna como parte de un asalto final contra la
isla. Algunos de ellos fueron muertos en un hotel, como ha escrito Marcelo Fernándes-Zayas,
otro ex revolucionario que después se convertiría en periodista (agregando que entre los
ejecutados había campesinos conocidos como casquitos que se habían unido al ejército
simplemente para escapar del desempleo).
Pero la “fría máquina de matar” no dio muestra de todo su rigor hasta que, inmediatamente
después del colapso del régimen de Batista, Castro lo pusiera a cargo de la prisión de La Cabaña.
(Castro tenía un buen ojo clínico para escoger a la persona perfecta para proteger a la revolución
contra la infección.) San Carlos de La Cabaña es una fortaleza de piedra que fue utilizada para
defender La Habana contra los piratas ingleses en el siglo XVIII; más tarde se convirtió en un
cuartel militar. De una manera que evoca al escalofriante Lavrenti Beria, Guevara presidió
durante la primera mitad de 1959 uno de los periodos más oscuros de la revolución. José
Vilasuso, abogado y profesor en la Universidad Interamericana de Bayamón en Puerto Rico,
quien pertenecía al grupo encargado del proceso judicial sumario en La Cabaña, me dijo
recientemente que El Che dirigió la Comisión Depuradora. El proceso se regía por la ley de la
sierra: tribunal militar de hecho y no jurídico, y el Che nos recomendaba guiarnos por la
convicción. Esto es: “Sabemos que todos son unos asesinos, luego proceder radicalmente es lo
revolucionario.” Miguel Duque Estrada era mi jefe inmediato. Mi función era de instructor. Es
decir legalizar profesionalmente la causa y pasarla al ministerio fiscal, sin juicio propio alguno.
Se fusilaba de lunes a viernes. Las ejecuciones se llevaban a cabo de madrugada, poco después
de dictar sentencia y declarar sin lugar [de oficio] la apelación. La noche más siniestra que
recuerdo se ejecutaron siete hombres.
Javier Arzuaga, el capellán vasco que les brindaba consuelo a aquellos condenados a morir y
que presenció personalmente docenas de ejecuciones, habló conmigo recientemente desde su
casa en Puerto Rico. Ex sacerdote católico de setenta y cinco años de edad, quien se describe
como “más cercano a Leonardo Boff y a la Teología de la Liberación que al ex cardenal Cardinal
Ratzinger”, Arzuaga recuerda que La cárcel de La Cabaña se mantuvo llena a rebosar. Sobre
800 hombres hacinados en un espacio pensado para no más de 300: militares batistianos o
miembros de algunos de los cuerpos de la policía, algunos “chivatos”, periodistas, empresarios
o comerciantes. El juez no tenía por qué ser hombre de leyes; sí, en cambio, pertenecer al
ejército rebelde, al igual que los compañeros que ocupaban con él la mesa del tribunal. Casi
todas las vistas de apelación estuvieron presididas por el Che Guevara. No recuerdo ningún caso
cuya sentencia fuera revocada en esas vistas. Todos los días yo visitaba la “galera de la muerte”,
donde permanecían los prisioneros desde que eran sentenciados a muerte. Corrió la voz de que
yo hipnotizaba a los condenados antes de salir para el paredón y que por eso se daban tan
fáciles las cosas, sin escenas desagradables, y el Che Guevara dio orden de que nadie fuera
conducido al paredón sin que yo estuviera presente. Yo asistí a 55 fusilamientos hasta el mes
de mayo, cuando me fui. Eso no quiere decir que no se siguiera fusilando. Herman Marks era
un americano, se decía que era prófugo de la justicia. Lo llamábamos “el carnicero” porque
gozaba gritando “pelotón, atención, preparen, apunten, fuego”. Conversé varias veces con el
Che con el fin de interceder por determinadas personas. Recuerdo muy bien el caso de Ariel
Lima que era menor de edad, pero fue inflexible. Lo mismo puedo decir de Fidel Castro, a quien
acudí también en dos ocasiones con igual propósito. Sufrí un trauma. A finales de mayo me
sentía mal y se me recomendó abandonar la parroquia de Casa Blanca, dentro de cuyos límites
se encontraba La Cabaña y que yo había atendido en los últimos tres años. Me fui a México para
un tratamiento. Cuando nos despedíamos, el Che Guevara me dijo que nos habíamos llevado
bien, tratando los dos de sacar el otro de su campo para atraerlo al de uno. “Hemos fracasado
los dos. Cuando nos quitemos las caretas que hemos llevado puestas, seremos enemigos frente
a frente.”
¿Cuánta gente fue asesinada en La Cabaña? Pedro Corzo ofrece una cifra de unos doscientos,
similar a la proporcionada por Armando Lago, un profesor de economía retirado que ha
compilado una lista de 179 nombres como parte de un estudio de ocho años sobre las
ejecuciones en Cuba. Vilasuso me dijo que cuatrocientas personas fueron ejecutadas entre el
mes de enero y fines de junio de 1959 (fecha en la que el Che dejó de estar a cargo de La
Cabaña). Los cables secretos enviados por la Embajada de Estados Unidos en La Habana al
Departamento de Estado en Washington hablan de “más de quinientos”. Según Jorge Castañeda,
uno de los biógrafos de Guevara, un católico vasco simpatizante de la revolución, el fallecido
padre Iñaki de Aspiazú, hablaba de setecientas víctimas. Félix Rodríguez, un agente de la cia
quien fue parte del equipo a cargo de la captura de Guevara en Bolivia, me dijo que él encaró
al Che después de su captura respecto de “las dos mil y pico” ejecuciones por las que fue
responsable durante su vida. “Dijo que todos eran agentes de la cia y no se refirió a la cifra”,
recuerda Rodríguez. Las cifras más altas pueden incluir ejecuciones que tuvieron lugar en los
meses posteriores a la fecha en que el Che dejó de estar a cargo de la prisión.
Lo cual nos trae de regreso a Carlos Santana y a su elegante indumentaria del Che. En una carta
abierta publicada en El Nuevo Herald el 31 de marzo de este año, el gran músico de jazz Paquito
D’Rivera reprochó a Santana su vestuario en la ceremonia de los premios Óscar, y agregó: “Uno
de esos cubanos fue mi primo Bebo, preso allí precisamente por ser cristiano. Él me cuenta
siempre con amargura cómo escuchaba desde su celda en la madrugada los fusilamientos sin
juicio de muchos que morían gritando “¡Viva Cristo Rey!”
El ansia de poder del Che tenía otras maneras de expresarse además del asesinato. La
contradicción entre su pasión por viajar –una especie de protesta contra las limitaciones del
Estado-nación– y su impulso por convertirse en miembro de un Estado esclavizante en relación
con otras personas es patética. Al escribir acerca de Pedro Valdivia, el conquistador de Chile,
Guevara reflexionaba: “Pertenecía a esa clase especial de hombres a los que la especie produce
de vez en cuando, en quienes un anhelo por el poder ilimitado es tan extremo que cualquier
sufrimiento para lograrlo parece natural.” Podría haber estado describiéndose a sí mismo.
LETRAS LIBRES / Fabricio Vanden Broeck (De click para agrandar)
En cada etapa de su vida adulta, su megalomanía se manifestaba en el impulso depredador por
apoderarse de las vidas y de la propiedad de otras personas, y de abolir su libre voluntad.
En 1958, después de tomar la ciudad de Sancti Spíritus, Guevara intento sin éxito imponer una
especie de sharia, regulando las relaciones entre los hombres y las mujeres, el uso del alcohol,
y el juego informal –un puritanismo que no caracterizaba precisamente su propia forma de vida.
Les ordenó también a sus hombres que asaltaran bancos, una decisión que justificó en una carta
a Enrique Oltuski, un subordinado, en noviembre de ese año: “Las masas que luchan están de
acuerdo con asaltar a los bancos porque ninguno de ellos tiene un centavo en los mismos.” Esta
idea de la revolución como una licencia para reasignar la propiedad según le conviniera condujo
al puritano marxista a apoderarse de la mansión de un emigrante tras el triunfo de la revolución.
El impulso de desposeer a los demás de su propiedad y de reclamar la propiedad del territorio
de otros fue central en la política opresiva de Guevara. En sus memorias, el líder egipcio Gamal
Abdel Nasser cuenta que Guevara le preguntó cuántas personas habían abandonado su país
debido a la reforma agraria. Cuando Nasser replicó que ninguna, el Che contestó enojado que
la manera de medir la profundidad del cambio es a través del número de individuos “que sienten
que no hay lugar para ellos en la nueva sociedad”. Este instinto depredador alcanzó una
apoteosis en 1965, cuando empezó a hablar, como Dios, acerca del “hombre nuevo” que él y su
revolución crearían.
La obsesión del Che con el control colectivista lo llevó a colaborar en la formación del aparato
de seguridad que fue establecido para subyugar a seis millones y medio de cubanos. A
comienzos de 1959, una serie de reuniones secretas tuvo lugar en Tarará, cerca de La Habana,
en la mansión a la cual el Che temporalmente se retiró para recuperarse de una enfermedad.
Allí fue donde los líderes principales, incluido Castro, diseñaron al Estado policíaco cubano.
Ramiro Valdés, subordinado del Che durante la guerra de guerrillas, fue puesto al mando del
G-2, un cuerpo inspirado en la Cheka. Ángel Ciutah, un veterano de la Guerra Civil Española
enviado por los soviéticos, que había estado muy cerca de Ramón Mercader, el asesino de
Trotsky, y que más tarde entablaría amistad con el Che, desempeñó un papel fundamental en
la organización del sistema, junto con Luis Alberto Lavandeira, quien había servido al jefe en La
Cabaña. El propio Guevara se hizo cargo del G-6, el grupo al que se le encomendó el
adoctrinamiento ideológico de las fuerzas armadas. La invasión respaldada por Estados Unidos
de Bahía de Cochinos en abril de 1961 se convirtió en la ocasión perfecta para consolidar el
nuevo Estado policíaco, con el acorralamiento de decenas de miles de cubanos y una nueva serie
de ejecuciones. Como el mismo Guevara le expresó al embajador soviético Serguéi Kudriavtsev,
los contrarrevolucionarios nunca “volverían a levantar su cabeza”.
“Contrarrevolucionario” es el término que se le aplicaba a cualquiera que se apartara del dogma.
Era el equivalente comunista de “hereje”. Los campos de concentración eran una forma en la
cual el poder dogmático era empleado para suprimir la discrepancia. La historia le atribuye al
general español Valeriano Weyler, el capitán general de Cuba a finales del siglo XIX, haber
empleado por vez primera la palabra “concentración” para describir la política de cercar a las
masas de potenciales opositores –en su caso a los simpatizantes del movimiento independentista
cubano– con alambre de púas y empalizadas. Qué irónico (y apropiado) que los revolucionarios
de Cuba más de medio siglo después continuaran con esta tradición local. Al principio, la
revolución movilizó a voluntarios para construir escuelas y para trabajar en los puertos,
plantaciones y fábricas –todas ellas exquisitas oportunidades fotográficas para el Che estibador,
el Che cortador de caña, el Che fabricante de telas. No pasó mucho tiempo antes de que el
trabajo voluntario se volviera un poco menos voluntario: el primer campamento de trabajos
forzados, Guanahacabibes, fue establecido en Cuba occidental hacia el final de 1960. Así es
como el Che explicaba la función desempeñada por este método de confinamiento: “A Guanahacabibes
se manda a la gente que no debe ir a la cárcel, la gente que ha cometido faltas a la
moral revolucionaria de mayor o menor grado... es trabajo duro, no trabajo bestial.”
Este campamento fue el precursor del confinamiento sistemático, a partir de 1965 en la
provincia de Camagüey, de disidentes, homosexuales, víctimas del sida, católicos, testigos de
Jehová, sacerdotes afrocubanos, y otras “escorias” por el estilo, bajo la bandera de las Unidades
Militares de Ayuda a la Producción (UMAP). Hacinados en autobuses y camiones, los
“desadaptados” serían transportados a punta de pistola a los campos de concentración organizados
sobre la base del modelo de Guanahacabibes. Algunos nunca regresarían; otros serían
violados, golpeados o mutilados; y la mayoría quedarían traumatizados de por vida, como el
sobrecogedor documental de Néstor Almendros Conducta impropia se lo mostrara al mundo un
par de décadas antes de ahora.
De esta manera, la revista Time parece haber errado en agosto de 1960 cuando describió la
división del trabajo de la revolución con una nota de tapa presentando al Che Guevara como el
“cerebro”, a Fidel Castro como el “corazón” y a Raúl Castro como el “puño”. Pero la percepción
revelaba el papel crucial de Guevara en hacer de Cuba un bastión del totalitarismo. El Che era
de alguna manera un candidato improbable para la pureza ideológica, dado su espíritu bohemio,
pero durante los años de entrenamiento en México y en el periodo resultante de la lucha armada
en Cuba emergió como el ideólogo comunista locamente enamorado de la Unión Soviética, en
gran medida para molestia de Castro y de otros que eran esencialmente oportunistas dispuestos
a utilizar cualquier medio necesario para ganar poder. Cuando los aspirantes a revolucionarios
fueron arrestados en México en 1956, Guevara fue el único que admitió que era un comunista
y que estaba estudiando ruso. (Habló abiertamente de su relación con Nikolái Leonov de la
Embajada Soviética.) Durante la lucha armada en Cuba, forjó una férrea alianza con el Partido
Socialista Popular (el partido comunista de la isla) y con Carlos Rafael Rodríguez, un jugador
importante en la conversión del régimen de Castro al comunismo.
Esta fanática disposición convirtió al Che en una parte esencial de la “sovietización” de la
revolución que se había jactado reiteradamente de su carácter independiente. Muy poco
después de que los barbudos llegaran al poder, Guevara participó de negociaciones con Anastas
Mikoyan, el viceprimer ministro soviético, quien visitó Cuba. Le fue confiada la misión de
promover las negociaciones sovieticocubanas durante una visita a Moscú a finales de 1960. (La
misma fue parte de un largo viaje en el cual la Corea del Norte de Kim Il Sung fue el país que
“más” lo impresionó.) El segundo viaje a Rusia de Guevara, en agosto de 1962, fue aún más
significativo, en razón de que él mismo selló el acuerdo para convertir a Cuba en una cabeza de
playa nuclear soviética. Se reunió con Jrúshchiov en Yalta para finalizar los detalles sobre una
operación que ya se había iniciado, y que involucraba la introducción en la isla de cuarenta y
dos misiles soviéticos, la mitad de los cuales estaban armados con ojivas nucleares, así como
también lanzadores y unos cuarenta y dos mil soldados. Tras presionar a sus aliados soviéticos
sobre el peligro de que Estados Unidos pudiera descubrir lo que estaba aconteciendo, Guevara
obtuvo garantías de que la marina soviética intervendría –en otras palabras, de que Moscú
estaba preparada para ir a la guerra.
Según la biografía de Guevara de Philippe Gavi, el revolucionario había alardeado que “su país
se encuentra deseoso de arriesgarlo todo en una guerra atómica de inimaginable capacidad
destructiva para defender un principio”. Apenas después de finalizada la crisis de los misiles
cubanos –cuando Jrúshchiov renegó de la promesa hecha en Yalta y negoció un acuerdo con
Estados Unidos a espaldas de Castro, que incluía retirar los misiles estadounidenses de Turquía–
Guevara dijo a un periódico comunista británico: “Si los cohetes hubieran permanecido, los
habríamos utilizado todos y dirigido contra el mismo corazón de Estados Unidos, incluida Nueva
York, en nuestra defensa contra la agresión.” Y un par de años más tarde, en las Naciones
Unidas, fue leal a las formas: “Como marxistas hemos sostenido que la coexistencia pacífica
entre las naciones no incluye la coexistencia entre los explotadores y el explotado.”
Guevara se distanció de la Unión Soviética en los últimos años de su vida. Lo hizo por las razones
equivocadas, culpando a Moscú por ser demasiado blando ideológica y diplomáticamente, y
hacer demasiadas concesiones –a diferencia de la China maoísta, a la cual llegó a ver como un
refugio de la ortodoxia. En octubre de 1964, un memo escrito por Oleg Darusénkov, un
funcionario soviético cercano a él, cita a Guevara diciendo: “Les pedimos armas a los checoslovacos;
y nos rechazaron. Luego se las pedimos a los chinos; dijeron que sí en pocos días, y ni
siquiera nos cobraron, declarando que uno no le vende armas a un amigo.” En realidad, Guevara
se resintió por el hecho de que Moscú le estaba solicitando a otros miembros del bloque
comunista, incluida Cuba, algo a cambio de su colosal ayuda y de su apoyo político. Su ataque
final contra Moscú llegó en Argelia, en febrero de 1965, en una conferencia internacional en la
que acusó a los soviéticos de adoptar la “ley del valor”, es decir, el capitalismo. Su ruptura con
los soviéticos, en síntesis, no fue un grito en favor de la independencia. Fue un alarido al estilo
de Enver Hoxha en aras de la total subordinación de la realidad a la ciega ortodoxia ideológica.
El gran revolucionario tuvo una oportunidad de poner en práctica su visión económica –su idea
de la justicia social– como director del Banco Nacional de Cuba y del Departamento de Industria
del Instituto Nacional de la Reforma Agraria a fines de 1959, y, desde principios de 1961, como
ministro de Industria. El periodo en el cual Guevara estuvo a cargo de la mayor parte de la
economía cubana atestiguó el cuasi colapso de la producción de azúcar, el fracaso de la
industrialización, y la introducción del racionamiento –todo esto en el que había sido uno de los
cuatros países económicamente más exitosos de América Latina desde antes de la dictadura de
Batista.
Su tarea como director del Banco Nacional, durante la cual imprimió billetes que llevaban la
firma “Che”, ha sido sintetizada por su asistente, Ernesto Betancourt: “Encontré en el Che una
ignorancia absoluta de los principios más elementales de la economía.” Los poderes de
percepción de Guevara respecto de la economía mundial fueron muy bien expresados en 1961,
durante una conferencia hemisférica celebrada en Uruguay, donde predijo una tasa de crecimiento
para Cuba del diez por ciento “sin el menor temor”, y, para 1980, un ingreso percapita
mayor que el de “los EE.UU. en la actualidad”. En verdad, hacia 1997, en el trigésimo aniversario
de su muerte, cada cubano se encontraba bajo una dieta consistente en una ración de cinco
libras de arroz y una libra de frijoles por mes; cuatro onzas de carne dos veces al año; cuatro
onzas de pasta de soya por semana, y cuatro huevos por mes.
La reforma agraria le quitó tierra al rico, pero se la dio a los burócratas, no a los campesinos.
(El decreto fue redactado en la casa del Che.) En nombre de la diversificación, el área cultivada
fue reducida y la mano de obra disponible distraída hacia otras actividades. El resultado fue que,
entre 1961 y 1963, la cosecha se redujo a la mitad: apenas unos 3.8 millones de toneladas
métricas. ¿Se justificaba este sacrificio por el fomento de la industrialización cubana? Desdichadamente,
Cuba carecía de materias primas para la industria pesada, y, como una consecuencia
de la redistribución revolucionaria, no contaba con una moneda sólida con la cual adquirirlas –o
incluso adquirir los productos básicos. Para 1961, Guevara estaba teniendo que dar explicaciones
embarazosas a los trabajadores en la oficina: “Nuestros camaradas técnicos en las
compañías han producido una pasta dental... tan buena como la anterior; limpia exactamente
lo mismo, a pesar de que después de un tiempo se vuelve una piedra.” Para 1963, todas las
esperanzas de industrializar Cuba fueron abandonadas, y la revolución aceptó su papel de
proveedora colonial de azúcar al bloque soviético a cambio de petróleo para cubrir sus
necesidades y para revenderlo a otros países. Durante las tres décadas siguientes, Cuba
sobreviviría con base en un subsidio soviético de más o menos entre 65,000 millones y cien mil
millones de dólares.
Habiendo fracasado como héroe de la justicia social, ¿merece Guevara un lugar en los libros de
historia como un genio de la guerra de guerrillas? Su mayor logro militar en la lucha contra
Batista –la toma de la ciudad de Santa Clara después de emboscar un tren con pesados
refuerzos– está seriamente cuestionado. Numerosos testimonios indican que el conductor del
tren se rindió de antemano, acaso tras aceptar sobornos. (Gutiérrez Menoyo, quien dirigía un
grupo guerrillero diferente en esa área, está entre aquellos que han criticado la historia oficial
de Cuba sobre la victoria de Guevara.) Inmediatamente después del triunfo de la revolución,
Guevara organizó ejércitos guerrilleros en Nicaragua, la República Dominicana, Panamá, y Haití
–todos los cuales fueron aplastados. En 1964, envió al revolucionario argentino Jorge Ricardo
Masetti a su muerte al persuadirlo de que montara un ataque contra su país natal desde Bolivia,
justo después de que la democracia representativa había sido restablecida en la Argentina.
Particularmente desastrosa fue la expedición al Congo en 1965. Guevara se alió con dos
rebeldes –Pierre Mulele en el oeste y Laurent Kabila en el este– contra el desagradable gobierno
congoleño, el cual era sostenido por Estados Unidos, por mercenarios sudafricanos y exiliados
cubanos. Mulele había tomado posesión de Stanleyville antes de ser repelido. Durante su
reinado de terror, tal como lo ha escrito V.S. Naipaul, asesinó a todos aquellos que podían leer
y a todos los que vestían una corbata. Respecto del otro aliado de Guevara, Laurent Kabila, se
trataba meramente de un perezoso y un corrupto por aquel entonces; pero el mundo descubriría
en los años noventa que también él era una máquina de matar. En cualquier caso, Guevara se
pasó gran parte de 1965 ayudando a los rebeldes en el este antes de abandonar el país de
manera ignominiosa. Poco tiempo después, Mobutu llegó al poder e instaló una tiranía de
décadas. (En los países latinoamericanos, de la Argentina al Perú, las revoluciones inspiradas
en el Che tuvieron el mismo resultado práctico de reforzar el militarismo brutal durante muchos
años.)
En Bolivia, el Che fue nuevamente derrotado, y por última vez. Malinterpretó la situación local.
Una reforma agraria había tenido lugar unos años antes; el gobierno había respetado muchas
de las instituciones de las comunidades campesinas; y el ejército era cercano a Estados Unidos
a pesar de su nacionalismo. “Las masas campesinas no nos ayudan en absoluto” fue la
melancólica conclusión de Guevara en su diario boliviano. Aún peor: Mario Monje, el líder
comunista local, quien no tenía estómago para una guerra de guerrillas tras haber sido
humillado en los comicios, condujo a Guevara hacia una ubicación vulnerable en el sudeste del
país. Las circunstancias de la captura del Che en la quebrada del Yuro, poco después de reunirse
con el intelectual francés Régis Debray y el pintor argentino Ciro Bustos, ambos arrestados
cuando abandonaban el campamento, fueron, como gran parte de la expedición boliviana, cosa
de aficionados.
Guevara fue ciertamente audaz y corajudo, y rápido para organizar la vida con base en
principios militares en los territorios bajo su control, pero no era un General Giap. Su libro La
guerra de guerrillas enseña que las fuerzas populares pueden vencer a un ejército, que no es
necesario aguardar a que se den las condiciones necesarias ya que un foco insurreccional puede
provocarlas, y que el combate debe tener lugar principalmente en el campo. (En su receta para
la guerra de guerrillas, reserva también para las mujeres el papel de cocineras y enfermeras.)
Sin embargo, el ejército de Batista no era un ejército sino un corrupto manojo de matones
carente de motivación y sin mucha organización; los focos guerrilleros, con la excepción de
Nicaragua, terminaron todos en cenizas para los foquistas, y América Latina se ha vuelto urbana
en un setenta por ciento en estas últimas cuatro décadas. Al respecto, también, el Che Guevara
fue un cruel alucinado.
En las últimas décadas del siglo XIX, la Argentina tenía la segunda tasa de crecimiento más
grande del mundo. Hacia la década de 1890, el ingreso real de los trabajadores argentinos era
superior al de los trabajadores suizos, alemanes y franceses. Para 1928, ese país ocupaba el
12o lugar en el mundo en cuanto a su pbi per capita. Ese logro, que las siguientes generaciones
arruinarían, se debió en gran medida a Juan Bautista Alberdi.
Al igual que Guevara, a Alberdi le gustaba viajar: caminó a través de las pampas y de los
desiertos de norte a sur a los catorce años de edad, rumbo a Buenos Aires. Como Guevara,
Alberdi se oponía a un tirano, Juan Manuel Rosas. Igual que Guevara, Alberdi tuvo la oportunidad
de influir sobre un líder revolucionario en el poder –Justo José de Urquiza, quien derrocó a
Rosas en 1852. Como Guevara, Alberdi representó al nuevo gobierno en giras mundiales, y
murió en el exterior. Pero a diferencia del viejo y nuevo predilecto de la izquierda, Alberdi nunca
mató una mosca. Su libro, Bases y puntos de partida para la organización de la República
Argentina, fue la base de la Constitución de 1853 que limitó el Estado, abrió el comercio, alentó
la inmigración y aseguró los derechos de propiedad, inaugurando de ese modo un periodo de
setenta años de asombrosa prosperidad. No se entremetió en los asuntos de otras naciones, y
se opuso a la guerra de su país contra el Paraguay. Su semblante no adorna el abdomen de Mike
Tyson. ~
© The New Republic

martes, diciembre 19, 2006

sábado, diciembre 16, 2006

Protesta de Lopez Obrador Como Presidente Legitimo de México

Cronica del 20 de noviembre en la ciudad de México, en la cual Andres Manuel Lopez Obrador toma poseción como Presidente Legitimo de México ante mas de un millon de personas.

Andrés Manuel López Obrador 180806mg

Palabras de Andrés Manuel López Obrador en la asamblea informativa del 18 de agosto de 2006

sábado, mayo 20, 2006

Solicita AMLO audiencia a Fox tras insultarlo

Solicita AMLO audiencia a Fox tras insultarlo
19 de mayo de 2006
Reforma

NAVOJOA, Son.-
Andrés Manuel López Obrador
,
quien ha llamado al Presidente Vicente Fox "chachalaca", "pelele" y "títere de los Gobiernos extranjeros", ahora pidió una audiencia para serenar los ánimos
Desde el 10 de abril, el perredista se lanzó contra Fox, a quien llamó "la chachalaca mayor", para días después endilgarle la frase: "¡cállate, chachalaca!". El 4 de mayo cambió su posición: en su programa de TV "La Otra Versión", el candidato ofreció tregua unilateral al Presidente Vicente Fox Quesada.

jueves, mayo 11, 2006

Frases célebres: el antes y eldespués

René Bejarano
Ex secretario particular de Andrés Manuel López Obrador

* “Si nos caen un día, fui yo, no él.”, grabado en julio del 2003.
* "Andrés sabe todo lo que hago" , grabado en el 2003.
* "Yo he hecho muchas cosas para Andrés (Manuel López Obrador) y para muchos intereses", marzo del 2004.


Andrés Manuel López Obrador
Candidato del PRD a la Presidencia de México

*
Antes: "Viene una encuesta en REFORMA... No es cualquier hoja suelta. No vayan a decir que están conmigo. Es un periódico que actúa profesionalmente", 28 de febrero de 2005 tras la publicación de una encuesta que lo ponía adelante en la carrera por la Presidencia.

*
Después: "Sí, cómo no! Estamos en una campaña y, este... pues todos tienen su corazoncito. En el caso de REFORMA pues simpatiza mucho con el PAN y con su candidato (…) Todo este peje (sic) y maneje de la derecha da hasta risa. Tienen una estrategia muy obvia: están pensando que, con los medios de comunicación, con spots y encuestas truqueadas, van a poder cambiar el modo de sentir y las preferencias de la gente", 25 de abril de 2006 tras la publicación de una encuesta en la que Felipe Calderón está en primer lugar de las preferencias electorales.


Ramón Sosamontes
Ex integrante de la dirigencia del PRD.

*
"Éste es uno (un millón de dólares) y el próximo mes (habrá más)...", videograbado en noviembre del 2005 al entregar a Carlos Ahumada una maleta con un millón dólares .


Federico Arreola
Secretario Técnico de las Redes Ciudadanas de Andrés Manuel López Obrador

*
Antes: “A Carlos Salinas, cuando se vaya, lo vamos a extrañar los mexicanos que nos sentimos realmente a gusto, muy en paz con él. Tan buen presidente que ha salido. El mejor desde hace tantos años, tal vez el mejor que ha conocido el país desde que terminó la revolución. Su voz nos recuerda a la del divo de la política, a la del líder iluminado de la historia”, El Norte, 29 de mayo de 1992.

*
Después: “¿Qué busca Salinas, el presidente de uno de los gobiernos más corruptos de la historia de México, el gobernante incapaz en su momento de evitar los peores crímenes políticos”, Milenio Diario, 9 de diciembre de 2002.


Andrés Manuel López Obrador
Candidato del PRD a la Presidencia de México

*
Antes: "Juan Ramón de la Fuente es un peón de Zedillo, un vendido", cuando nombraron a Juan Ramón de la Fuente rector de la UNAM en 1999.

*
Después: "Si gano, esto lo aclaro, y si acepta, a Juan Ramón de la Fuente lo invitaría a encargarse de la política interna", enero de 2006, en entrevista con López Dóriga.


Arturo Montiel Rojas
Ex precandidato del PRI a la Presidencia de México.

*
"Los derechos humanos son para los humanos, no para las ratas", 1999 como candidato del PRI al gobierno del Estado de México.


Beatriz Paredes Rangel
Candidata del PRI-PVEM a la Jefatura de Gobierno del D.F.

*
Antes: "No hay una sola elección en donde haya participado el licenciado Madrazo que no esté descalificada o en medio de contradicciones o de recursos ilícitos", Beatriz Paredes, tras perder frente a Madrazo la elección por la presidencia del PRI, 25 de febrero de 2002.

*
Después: "Formo parte de la generación de Roberto Madrazo, el candidato con el que nuestra corriente histórica recuperará la Presidencia del país", Beatriz Paredes, tras rendir protesta como candidata del PRI al gobierno del DF, 5 de febrero de 2006.


Marcelo Ebrard
Candidato del PRD al Gobierno del Distrito Federal

*
Antes: “Ni yo ni el Partido de Centro Democrático (PCD) somos de izquierda”, 15 de marzo de 2000.

*
Después: “Si no fuera de izquierda, no estaría en el gobierno de López Obrador, ni él me habría invitado, ni yo habría aceptado”, 16 de junio de 2005.

Jorge Emilio González (El niño verde)
Senador de la República y presidente del Parido Verde Ecologista de México

* “La neta no entiendo nada (...) ¿Cuánto dinero nos va a tocar… dos millones de dólares?”


Jorge Hank Rhon
Presidente municipal priísta de Tijuana y operador financiero de Roberto Madrazo.

* "La mujer es mi animal favorito".


TOMADO DEL BLOGG "NO TE OLVODES . ORG"







martes, mayo 09, 2006

Los Pancho Villas y Marcelo Ebrard



Dirigente del Frente Popular Francisco Villa coordinador de campaña de Marcelo Ebrard
Alejandro López Villanueva, "El Grandote", es coordinador de desarrollo social en la campaña de Marcelo Ebrard por la jefatura de Gobierno del DF. Dirigente del Frente Popular Francisco Villa con facultades discrecionales para él y sus seguidores que secuestran autobuses públicos.
Pero su activismo va más allá de sus labores de campaña y, asumido como defensor de oficio de
los cabecillas de los macheteros de Atenco contra la “represión”, tiene manga ancha.
Pero ¿esa manga ancha alcanza para proteger a sus seguidores
involucrados en secuestros? Parece que sí.
Además de lanzar sus huestes a bloquear carreteras y calles por el